Tinta/Plumín 20 X 30 cm. Sergio Astorga.

BIENVENIDOS

LA PANTALLA DEL ORDENADOR ES COMO EL INMENSO CIELO A LA ESPERA DE UNA AURORA BOREAL, ES COMO UN ARCO IRIS DE COLORES, COMO UN ECLIPSE O COMO UNA ESTRELLA FUGAZ. A FIN DE CUENTAS ES COMO UN ESPEJO DONDE TE REFLEJAS TÚ Y TUS PENSAMIENTOS. DE ESTA MANERA TE ELEVAS POR ENCIMA DE LOS MISMOS, DEJANDO DE SER PRISIONERO DE ELLOS LLEVÁNDOTE A POSEER UNA ACTITUD MÁS LIBRE CON RESPECTO A LOS DEMÁS, A TI MISMO Y A LA VIDA.

jueves, 19 de agosto de 2010

ENCUENTROS EN LA BIBLIOTECA

Libro en una estantería de biblioteca. Un lector anónimo repara en él y acaricia el lomo. Disimuladamente, como siempre, mira alrededor como si fuera un cazador furtivo en busca de una presa evitando que nadie le viese. Sacó de su pantalón un trozo de papel blanco algo arrugado, y luego miró la portada del libro. Efectivamente. No se había equivocado Se trataba de del libro cuyo título aparecía escrito en ese pedazo de vida recogido al lado de un banco del parque de Doña Casilda Iturrizar. El título “Amor Cruel” de Reyes Monforte. Con el libro en las manos, ya sudorientas por la emoción del momento, se dirigió al mostrador y con el carnet de la Biblioteca Municipal en la mano se dispuso, como llevaba haciendo durante bastante tiempo, a rellenar la ficha para llevárselo a casa.
Al día siguiente se levantó y miró por la ventana, se percibía una mañana espléndida. Desayunó, se preparó y sin olvidarse de coger el libro se dirigió a un banco del parque. A poder ser el que se encontraba a la sombra de un magnolio centenario.
Comenzó la lectura del libro, tenía el periodo de un mes para terminarlo. Casi siempre le sobraba tiempo. Cuando esto ocurría se llevaba el periódico al parque. Si la climatología acompañaba era su rutina diaria.
El parque era su refugio, su ánimo, su salud, su vida, su amor…
Mientras leía, de vez en cuando alzaba la mirada y contemplaba las personas que ocupaban los otros bancos intentando adivinar sus vidas. Muchas caras le eran ya conocidas, incluso algunos le saludaban al pasar. Sin embargo furtivamente su mirada se dirigía al banco de enfrente ocupado habitualmente por una mujer que en su juventud debía de haber sido muy bella y todavía, ya madura, lo era. Su rostro demostraba una serenidad y una paz angelical. Llegaba tirando de una silla de ruedas. El hombre, tetrapléjico, a veces interrumpía con frases inconexas, la lectura en la que ella se sumergía mientras él no reclamaba su atención. Los intervalos solían ser para darle agua, masajes en las manos, limpiarle la nariz o la comisura de la boca, todo con gran cariño.
Era fin de mes, ya había terminado el libro de Reyes Monforte, ya reposaba en su lugar de la biblioteca. En la página cien un sobre con un folio conteniendo la opinión sobre el mismo y algunas palabras de amor.
Como todos los días se dirigió al parque con el periódico en la mano, se sentó y no tardó en llegar la mujer con su marido en la silla de ruedas. A ella esta mañana le tocaba hacer ganchillo. Sobre las doce, como siempre se levantó con intención de marchar y tras lanzarle una mirada furtiva dejo caer un papel al lado del banco. Él, cuando la perdió de vista, recogió el papel sigilosamente y con disimulo.
Al día siguiente se dirigió a la Biblioteca Municipal, dejó el libro que había terminado. El bibliotecario le dirigía una mirada cómplice. Posteriormente comprobó con disimulo el título del libro que pensaba coger, el que estaba escrito en el papel que recogió en el parque, le costó encontrarlo era muy fino. “Cuentos para esperar en los semáforos”, no conocía al autor, Aster Navas. Intentando pasar desapercibido buscó en la página cien. Sólo tenía setenta y un páginas. Rebuscó nervioso y halló el sobre conteniendo la opinión sobre el libro y sus ansiadas palabras de amor en la página 43. Suspirando y contento se dirigió al mostrador deseando que al día siguiente saliese el sol.
Esa tarde, una mano femenina recogía de la página cien del libro “Amor Cruel” de Reyes Monforte el sobre con la opinión del libro y unas palabras de amor…

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